Eso de que los besos de ciertas bocas saben mejor es un cuento que me sé desde el día que me dio dos besos y me dijo su nombre. Que sé como agacha la cabeza, levanta la mirada y se muerde el labio superior. Que conozco su voz en formato susurro, y formato gemido y en formato secreto. Que me sé sus cicatrices, y el sitio que la tienes que tocar en el este de su pie izquierdo para conseguir que se ría, y me sé lo de sus rodillas, la forma que roza las cuerdas de una guitarra. Que no sólo conozco su última pesadilla, también las mil anteriores.
Que cuando cuando él cruza debajo del cielo, solo el tonto mira al cielo.
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